Los pacientes con EPOC no han tenido desescalada. Les asusta salir a la calle y recibir visitas. La mayoría de ellos permanecen confinados y temen lo que ocurra a partir ahora.
Es la enfermedad invisible. Afecta a tres millones de personas en España, que requieren de media entre uno o dos ingresos al año en un hospital. La EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) tiene en vilo a todos sus afectados desde que estalló la crisis del coronavirus, pero el fin del estado de alarma les provoca el mayor miedo. Los números hablan por sí solos. Según los datos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias dirigido por Fernando Simón, el 22% de los fallecidos en España por covid-19 padecían esta enfermedad respiratoria no curable.
Es la cuarta causa de mortalidad en España y los expertos advierten de que cada año empeora la situación. En 2018 hubo 29.000 muertes por esta enfermedad y, según la Sociedad Española de Neurología, en las mujeres los casos han aumentado un 70% en la última década. Desde que estallara la pandemia, el Ministerio de Sanidad fue muy preciso al recordar que las personas con patologías respiratorias, y especialmente esta, pertenecían a un grupo de riesgo “muy vulnerable”. También son los últimos en entrar al plan de desescalada y las restricciones se han ido manteniendo, igual que en el caso de los ancianos, hasta el último momento.
"En realidad no han tenido desescalada. La mayoría de estos pacientes continúan prácticamente confinados y les da miedo incluso recibir la visita de familiares. No tienen casi relaciones sociales. No acuden al médico a recibir tratamiento por miedo. La situación es muy alarmante", explica Nicole Hass, portavoz de APEPOC, la asociación de pacientes que sufren esta enfermedad en España. Con la llegada de la nueva normalidad este 21 de junio en todo el país la preocupación va en aumento y, por eso, se han puesto en contacto con Sanidad y las distintas CCAA para solicitar un protocolo específico para ellos.
Justo Herráez vive en Madrid y no esconde que "el miedo atroz llegará ahora", a partir de este domingo. "No es miedo, es lo siguiente. Hasta hace poco estábamos todos confinados y eso nos hacía sentir seguridad. Ahora le toca a la ciudadanía y cuando veo los bares de al lado de casa me echo a temblar. Hay mucha gente muy inconsciente", se repite a sí mismo. No confía en nadie y teme que el rebrote llegará pronto.
El problema de los pacientes con EPOC es la vulnerabilidad tan importante a la que están expuestos por cualquier infección. El coronavirus es todavía más agresivo. A eso se une la dificultad respiratoria continua —muchos salen a la calle con oxígeno portátil colgado del cuello— y la obligatoriedad de la mascarilla a menudo se les hace imposible. Justo lleva en el bolsillo uno de los muchos informes de sus médicos que avalan que se retire la mascarilla si no puede respirar al pisar la calle, pero eso no impide que haya personas que le reprendan en los escasos momentos que ha salido de su casa. "Pienso, ¿tú te crees que sabiendo que tengo que llevarla, no la llevo por gusto?". En su lugar utiliza una de las pantallas que le cubren la cara. Aun así, apenas sale de casa.