“La llegada del invierno resuelve las enfermedades del verano y la llegada del verano elimina las del invierno”, decía Hipócrates hace ya unos 2.400 años. El padre de la medicina daba cuenta entonces de la temporalidad de las enfermedades, que aparecen y se van con el paso de las estaciones.
Y, es que, el cambio de temperaturas afecta a nuestro sistema inmune y a las estructuras físicas de los virus, que pueden tener mejor medio ambiente ante la afectación que realiza el frío en nuestra piel y en los sistemas más internos.
La aparición del frío y la bajada de grados provoca que nuestros tejidos trabajen para controlar la temperatura y evitar infecciones. Los cambios climáticos hacen que nuestra piel, vasos sanguíneos, pulmones e, incluso, los huesos, sufran, especialmente en los casos de personas más sensibles o con dolencias en sus articulaciones.
“Las enfermedades respiratorias son más frecuentes en invierno por la bajada de las temperaturas, que afectan el sistema de humidificación y calentamiento del aire que respiramos por vía nasal”, afirma Jenny Dávalos Marín, miembro del Grupo de Trabajo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). La experta detalla que esto “puede provocar parálisis o disminución de la movilidad de los cilios o pequeños ‘pelillos’ de nuestro epitelio nasal y traqueo bronquial, que contribuyen a la movilidad del moco y a la lucha contra los virus que se introducen en nuestro sistema respiratorio”.
Otro factor que contribuye a las infecciones respiratorias es el hecho de que cuando nos encontramos en el exterior, nuestro cuerpo experimenta el frío del ambiente. No obstante, en el momento en el que entramos al interior de algún edificio con calefacción y pasamos del frío al calor extremo. Al respecto, Dávalos explica que “estos cambios térmicos afectan a nuestra salud, provocando resfriados estacionales, malestar general, alergias y otros padecimientos”.
Desde el punto de vista psicológico, la experta señala que la escasez de horas de luz, propia del invierno o de países más fríos, causa que no se segreguen las sustancias responsables de nuestro estado de ánimo como la serotonina o la dopamina. Las consecuencias son apatía, decaimiento, menos actividad... "A todos estos síntomas en su conjunto, podríamos llamarle astenia invernal".
Asimismo, la especialista declara que los problemas derivados del frío no tienen un efecto inmediato sobre las personas: “Signos como secreción o congestión nasal, molestia a la luz, irritabilidad o dolor muscular aparecen a los pocos días de habernos expuesto a este clima”.
Uno de los efectos más importantes de las temperaturas bajas es la vasoconstricción. Esta origina cambios a nivel cardiovascular, aumentando la presión arterial y la frecuencia cardíaca. En lo que se refiere a la zona nasal, genera que el moco sea más denso, por lo que se disminuye la capacidad de eliminar los virus que inhalamos. Esto, unido al hecho de permanecer más tiempo en lugares sin ventilación, aumenta el riesgo de contagio de enfermedades víricas respiratorias como el catarro, la gripe o la neumonía.
Por su parte, el calor complica la supervivencia de muchos virus. En este sentido, si la temperatura corporal se eleva por encima de los 38 grados, los efectos en la salud abarcan desde deshidratación, calambres, golpe de calor, síncope, arritmias, hasta el agravamiento de enfermedades previas y la muerte.
Como ya se ha mencionado, los cilios (pequeñas vellosidades que tenemos en las mucosas nasales y que es un sistema de defensa natural) pierden movilidad con el frío, lo que impide que controlen el paso de microorganismos. Por tanto, estos penetran más profundamente en el cuerpo. Además, estos "pelillos" tampoco pueden calentar el aire para que llegue a los pulmones a la temperatura adecuada.
“También se ha hallado que ciertos virus, como el de la gripe, se cubren con una capa resistente que les ofrece la protección que necesitan para pasar de persona a persona. Una vez que entra en el organismo, esa capa se derrite en el tracto respiratorio, haciendo que el virus infecte a las células”, comenta Dávalos.
Otro elemento asociado a las enfermedades típicas del invierno es la contaminación domiciliaria, provocada por la falta de ventilación. De esta forma, permanecer en lugares cerrados facilita el contagio de personas infectadas.
Tal y como advierte Dávalos, la exposición a bajas temperaturas puede desencadenar el agravamiento de determinadas patologías preexistentes como la hipertensión arterial sistémica, la EPOC, el asma o la vasculitis.
“Por ejemplo, en pacientes hipertensos, la exposición mantenida al frío produce un incremento de la tensión arterial que puede agravar o descompensar las cifras habituales. En el caso de aquellos con diagnóstico de diabetes mellitus, el efecto vasoconstrictor del frío puede producir o agravar una isquemia”, manifiesta la experta.
Además, la lesión nerviosa asociada a la hiperglucemia puede provocar alteraciones en la sensación de frío o calor, de manera que no se dispara el aviso de peligro y no se toman las precauciones adecuadas.
La humedad del aire interviene en la propagación de los virus respiratorios, incluido la Covid-19. Cuando el microorganismo sale expulsado de las vías respiratorias después de un estornudo, queda suspendido en el aire. Dávalos expresa que “en los días fríos y secos de invierno, las secreciones permanecen más tiempo que cuando hay humedad y temperaturas elevadas. De esta manera, los patógenos se expanden rápidamente”.
En cuanto a la relación entre el frío y los trastornos músculo esqueléticos, esta no está suficientemente demostrada a pesar de que muchos pacientes con enfermedades reumáticas refieren notar mayor dolor ante las bajas temperaturas. “Sí que está documentado que el frío induce contracción muscular, y cuando esta se mantiene en el tiempo, puede provocar dolencias”, añade la especialista de SEMG.
Para tener un buen sistema inmunológico que combata las infecciones virales a las que estamos más expuestos durante el invierno, Dávalos recomienda cumplir los siguientes hábitos:
Además, este invierno, con la pandemia provocada por el coronavirus, “también tenemos que evitar lugares cerrados y mantener otras medidas como la utilización de mascarilla y la distancia de seguridad. Si tenemos un cuadro de tos, rinorrea u odinofagia, todas las medidas deben ser reforzadas en extremo para protegernos”, concluye la experta.
Accede al artículo: Así nos afectan los cambios bruscos de temperatura (marca.com)